El centrista Emmanuel Macron se convirtió el domingo pasado, en el primer presidente en lograr su reelección en Francia desde 2002. Esta vez con un 57,6% de los votos, el candidato de La República en Marcha derrotó de nuevo a su rival ultraderechista Marine Le Pen, de 53 años. Enfrentó desde su llegada al poder en 2017, duras protestas contra sus reformas, una pandemia mundial y las consecuencias de la guerra en Ucrania. No logró borrar su imagen de «arrogante» y alejado de las clases populares.
En 2018 la crisis de los «chalecos amarillos» fue su mayor desafío. Esta protesta, surgida por el alza de los precios del combustible, se extendió por Francia para denunciar las medidas hacia las clases populares. La movilización reforzó la imagen de «presidente de los ricos» y desconectado de la realidad, que se ganó con polémicas frases como cuando dijo que en las estaciones de tren «te cruzas con gente que ha tenido éxito y personas que no son nada».
La pandemia de coronavirus en 2020 acabó con estas protestas en medio de los confinamientos y mascarillas e impulsó el perfil más duro. Le valió los ataques de la oposición aunque supo ganarse su confianza e imponer polémicas medidas como el pasaporte sanitario.
Macron espera ahora completar su ambicioso programa de reformas, interrumpido por la pandemia, pero deberá lograr primero una mayoría parlamentaria en las legislativas de junio. Entre sus promesas para transformar Francia figura el «renacimiento» de la energía nuclear, la neutralidad de carbono para 2050 y la medida de atrasar la edad de jubilación de los 62 a los 65 años, aunque está dispuesto a retrasarla sólo a 64 años.
